El porcentaje implica que, la mujer dedica más del 50% de su tiempo total a las tareas no remuneradas, para entendernos, estas son: el cuidado de personas dependientes, las compras para la familia, la limpieza del hogar, las consultas de salud para los integrantes del hogar, las reuniones escolares, la preparación de alimentos, etc. De ahí que, si hacemos el ejercicio de anotar en un papel en distintas columnas, la lista de cada una de las tareas que realizan los distintos miembros de la familia en un día, probablemente nos encontraremos con que una de ellas (la lista que realiza la mujer) es bastante más larga que la de los demás integrantes (quien lee estas líneas puede hacer la prueba).
La diferencia en la cantidad de horas dedicadas a los trabajos no remunerados supone para la mujer cumplir con distintos roles, entre ellos: ser proveedora, aumentar la carga de trabajo, asumir tareas de cuidado, y vivir sobre exigida todo el tiempo. Para las mujeres que están en el sector informal, se trata de sobrevivir cada día en estas condiciones; para las que tienen un empleo en el sector comercial, lograr que el salario les alcance para cubrir la subsistencia; para las independientes, intentar correr detrás de la meta para superar su productividad y tener mejores ingresos; para las mujeres con altos cargos, cumplir con todos los roles a la vez que debe seguir su formación.
Sumado a la inequidad que aún persiste en la distribución del trabajo no remunerado, en el ámbito del trabajo remunerado, también hay desigualdad: el promedio de ingresos mensuales de las mujeres ocupadas es alrededor de G. 1.981.000 Gs. (300 $) 510.000 Gs. (72$) menos que el promedio de ingresos que el de los hombres según la Encuesta Permanente de Hogares realizada por el INE en el 2020.