No debe haber conducta más detestable que robar a manos llenas el tesoro público y hacer exhibición de su resultado, con aparatosas apariciones en la prensa del corazón… o de otros órganos menos honorables como queda expuesto a diario en sus portadas. Y no se nos podrá acusar de pacatos. Cada quien es dueño de hacer con su dinero lo que se le ocurra, pero no con los recursos del Estado y, menos aún, los que se destinan a la compra de alimentos para familias en condición de vulnerabilidad dentro del sistema educativo.
Editorial
A contramano de las prioridades
A este punto hemos llegado. El grado de corrupción que ha inficionado la función pública es tal que la llegada de un apellido de rancio abolengo científico a la cartera de agricultura ha pasado desapercibida. Antes tenemos que ocuparnos de un aventurero que, como si fuera poco, viene pegado a productos frandulescos de la más baja estofa.