Haciendo a un lado el “mo’o pio che aikua’ata” del Presidente de la República y el “me resbala” de su ministro de Salud, empieza a surgir un problema de base mucho más serio que estas demostraciones verbales de mala educación y berrinche infantil. Un infectólogo argentino considera que en la medida que la vacunación de la población se demore, se da tiempo a que las mutaciones del virus se diseminen más rápido y hagan más difícil el control de la enfermedad. Y dio un ejemplo de lo contrario.
Israel ya cruzó la barrera del 50% de su población vacunada contra el COVID19 y ha logrado reducir en un 53% la aparición de nuevos casos, el 38% los hospitalizados y el 30% los enfermos graves con asistencia en terapia intensiva. Así, las mutaciones van siendo acorraladas. Pfizer, que suministró la vacuna, lleva un registro minucioso del avance de la inmunización y sus efectos, una suerte de laboratorio gigante que le permite extraer conclusiones a gran escala y en tiempo real. “Israel hizo sus deberes a tiempo y estos son sus resultados” concluyó el especialista.