No es que el episodio sea precisamente relevante. Apenas sirve para clavar una banderilla en la agenda que el gobierno entrante deberá tratar en su momento con su par argentino emergente de las próximas elecciones.
Fernández es una suerte de espectro que poco y nada influye en el día a día administrativo del vecino país. La tasa fluvial de 1,47 dólares la tonelada aplicada a trenes de barcazas transitando el tramo Confluencia-Santa Fe de la Hidrovía, salió de algún cenáculo de burócratas portuarios que vieron una fuente de ingresos de divisas frescas. Así, la resolución del citado ministerio lleva apenas la firma de un tal Diego Alberto Giuliano y ni sombra de una ratificación del Presidente de la Nación, como debería ser en una administración pública seria. Así, un funcionario de cuarto rango pone en práctica el cobro compulsivo internacional -filibustero preferimos llamarlo nosotros- de un peaje en dólares pasando por encima de tratados, acuerdos y convenios internacionales de los cuales Argentina hace mofa con demasiada frecuencia.
Le sugerimos al presidente electo, con todo respeto, que ahorre argumentos y enjundia si es que va a abordar el tema con el señor Fernández. No sólo su interlocutor no debe tener idea del tema sino que además carece de autoridad efectiva para volver atrás el mamarracho. Todavía faltan siete meses para saber quien va a tomar la posta en Argentina. Y la verdad es que el panorama político de nuestro vecino es tan oscuro e impredecible que cualquier hipótesis corre el riesgo de caer en diciembre.