Cortísima carrera la de un precandidato a diputado por la coalición de oposición. Parece que tuvo la mala idea de ejercer el pensamiento libre y anunciar algunas acciones concretas si llegara a las puertas del poder en abril próximo. Resultado: la maquinaria punitiva le cortó las alas y ahora espera la sentencia, posiblemente la expulsión de la lista de candidatos.
Ya ocurrió antes y seguirá sucediendo si las “elites” políticas siguen ejerciendo su macabra función de alinear a la fuerza a quienes salen a la política creyendo que el insumo básico para practicarla es la libertad de pensamiento.
Aquí entramos en una discusión bizantina, porque muchos capataces del criollaje bravío encumbrados en partidos, alianzas, etc. no han podido sacudirse del antiguo formato e imponen al novato el principio de disciplina partidaria si se quiere figurar en algún cargo electivo. Tener ideas propias no va con ese modelo, colisiona con los antiguos paradigmas y provoca rechazo. Esgrimir ante ellos la taxativa cláusula constitucional que prohíbe los mandatos imperativos sólo exacerba su furia punitiva y acelera los procesos. Las excusas que justifican esta conducta son casi siempre las mismas: si queremos derrotar al adversario debemos estar todos juntos y no dispersarnos por el camino con proyectos individualistas. Disciplina partidaria, señoras y señores.