La lógica del Banco Central del Paraguay es inatacable. El aumento de la tasa de política monetaria (TPM) era imprescindible para recoger el exceso de efectivo que el Gobierno debió distribuir a manos llenas durante el periodo más duro de la pandemia y la cuarentena para morigerar los efectos del paro, oxigenar a los actores económicos y tratar de sostener el empleo duramente castigado por el cierre. Para lograr el efecto aspiradora, el BCP elevó la TPM al 7,75% vigente, lo cual volvió altamente atractivos los instrumentos de regulación monetaria, en especial los de 60, 90 y 180 días de plazo.
Editorial
Remedio pesado para una enfermedad dura
El BCP asegura que la TPM al 7,75% es el tope y que más de allí no subirá. Pero es la mitad de una buena noticia. La otra mitad es lo que tardará en contraerse a niveles anteriores al COVID. Ahora, debemos esperar que esta fórmula reforzada despliegue su acción terapéutica, la inflación baje a cotas más manejables -digamos, un 8% anualizado 2022- y el déficit fiscal, por lo menos, se congele donde está.