Los alimentos frescos de origen animal tienen en su comercialización un factor crítico que es la cadena de frío. Todos los tipos de carnes están afectados por esa condición y que lleguen a las góndolas en perfecto equilibrio de temperatura depende de la seriedad con que supermercados y despensas encaren este importante renglón alimenticio.
Pero, ¿Cómo se puede ofrecer garantías de calidad e inocuidad, por ejemplo en la carne de aves, si se la ofrece sin certificación de origen y sin que conste que la cadena de frío no ha sido cortada en ningún momento? Esto ocurre especialmente con pollos y gallinas introducidos de contrabando de Brasil y, en creciente cantidad, de Argentina, cuyos productos de consumo masivo están de nuevo muy baratos gracias a la diferencia de cambio generada por una moneda de nuevo en caída libre.