Hablamos entonces de un proceso natural, inherente al ser de la cosa misma. No importa cuánto hagamos para conservar una cosa perecedera en su estado original, esta terminará por cumplir el ciclo de la naturaleza y se terminará degenerandose o transformándose. Por ello, al hablar de la destrucción, hablamos en realidad de la pérdida de aquellas cualidades o condiciones de la cosa que hemos tenido a la vista y que tiene un valor comercial.
Columnas
El vicio propio en el contrato de seguro
Los productos perecibles cumplen su destino, que es el de perecer o transformarse, en forma inexorable.